La primera repartija de América


Panisferio de Cantino, 1502

Al regreso de su primer viaje a las Indias, Colón fue desviado por una tormenta que lo hizo arribar a Lisboa el 4 de marzo de 1493. Allí tuvo oportunidad de entrevistarse con el rey Juan II de Portugal quien, ávido de saber y de posibilidades, obtuvo la primera versión del primer viaje y de los primeros descubrimientos. Todo de primera. Más el rey luso no pudo convencer a nadie que podría tener derechos sobre estas tierras, pues las muy católicas y serenísimas majestades Fernando e Isabel, reyes de Castilla y Aragón, negaron tal pretensión aduciendo que la navegación se había efectuado siempre al oeste y no al sur, región que ya se había dado a los portugueses.

Viajaron embajadores, cardenales, obispos, curas y otras eminencias del mismo tenor, y obtuvieron que el Papa Alejandro VI —cristianizado Rodrigo Borja, valenciano de cuna y por ende español—, expidiera el 3 de mayo de 1493 el breve Inter caetera, mediante el cual se entregaban a los reyes de Castilla y Aragón los territorios visitados. Ante algunos reparos de los Reyes Católicos, el Borja enmendó algunas cosillas, esta vez con algo más serio que un breve, y expidió la bula menor Inter caetera, fechada el 4 de mayo del mismo año (aunque se cree que fue redactada un mes después, en junio). De todas formas, algo sospechoso todo esto de las fechas, habida cuenta que Colón estuvo con el rey de Portugal un mes antes, en marzo.

Bien. ¿Y qué dice la tal bula?

...todas las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar, hacia el occidente y mediodía, haciendo y constituyendo una línea desde el polo ártico, es decir el septentrión, hasta el polo antártico, o sea el mediodía, que estén tanto en tierra firme como en islas descubiertas y por descubrir hacia la India o hacia otra cualquier parte, la cual línea diste de cualquiera de las islas que se llaman vulgarmente de los Azores y Cabo Verde cien leguas hacia occidente y el mediodía, que por otro rey o príncipe cristiano no estuviesen actualmente poseídas con anterioridad al día de la Navidad de nuestro señor Jesucristo próximo pasado, en el cual comienza el presente año de 1493...” (Traducción de Gutiérrez Escudero).

¡El mundo se repartió así de fácil! Nada de guerras, nada de ONG's, nada de ONU y mucho menos OEA...

En la cédula de confirmación de los privilegios de Cristóbal Colón, fechada a 28 de mayo de 1493 (y por tanto anterior a la Inter caetera pues, como se dijo, se sospecha que esta es de junio de ese año) los Reyes Católicos mencionan una línea que pasaría justo por las islas Azores y la de Cabo Verde, sin mencionar las famosas 100 leguas:
...del dicho mar oçeano que es nuestro que comienza por una raya o linea que nos avemos fecho marcar que pasa desde las yslas de los açores a las yslas de cabo verde de setentrion en avstro de polo a polo, por manera que todo lo que es allende de la dicha linea al oçidente es nuestro y nos perteneçe...

Aunque parece ser que fue el propio Colón quien indicó los términos en que la bula debía definir la línea de demarcación, según se indica en carta del 5 de Septiembre de 1493, de los reyes al navegante:
...despues de la venida de los portugueses en la platica que conellos se ha avido algunos quieren desir que lo que esta en medio desde la punta que los portogueses llaman de buena esperança que esta en la rota que agora ellos llevan por la mina del oro e guinea abaxo fasta la raya que vos dixisteis que devia venir en la bula del papa...

El porqué Colón escogió una distancia de 100 leguas es una incógnita.

El que los Reyes impusiesen que en la bula se hablase de “cien leguas hacia occidente y el mediodía” y que la línea iba desde las Azores hasta Cabo Verde y dado que dichas islas no están sobre el mismo meridiano (distan más de 3° de longitud), ¿es indicio de que pretendían sacar aún más ventajas planteando una línea quebrada, mezcla de meridiano y paralelo? Tampoco se sabe.

Entre las muchas apreciaciones de carácter jurídico que se han hecho, una de ellas es que la bula la otorga el Papa a Isabel y Fernando en tanto que reyes de Castilla y León, no de Aragón, que queda al margen de la concesión. Además, los destinatarios son los reyes y sus herederos, no los reinos. Para el catedrático de Derecho Canónico Manuel Giménez Fernández las Bulas Alejandrinas se explican simplemente como un contubernio entre un papa corrupto y unos reyes ambiciosos (versión que me parece de lo más verosímil).

A pesar de breves, bulas menores, cartas buladas o litterae gratiosae, embajadores, intrigas cortesanas y demás cosas que aún hoy en día se estilan entre los estados, las desavenencias y disputas entre España y Portugal se acrecentaban: en las disposiciones papales se daba por cierto que todo lo que estuviese al occidente de la línea de demarcación pertenecería a los reinos de Castilla y Aragón, y lo que se hallase al oriente, por descarte, a Portugal. Algo que no satisfacía a los lusitanos, en especial porque se decretaba la excomunión para todos aquellos que osasen viajar a las Indias sin autorización expresa de los reyes españoles. La tensión llegó a un punto tal, que fue necesario negociar el convenio de una nueva línea de demarcación. Así vio la luz el Tratado de Tordesillas.

“Este fue el primer tratado moderno de la historia europea pues, por primera vez,al lado de los diplomáticos que llevaban las conversaciones había dos grupos de peritos (españoles y portugueses) que asesoraban técnicamente a los primeros”, Historia de España, Menéndez Pidal.

He aquí uno de sus apartes:
...Que se haga y asigne por el dicho mar océano una raya o línea derecha de polo a polo, del polo ártico al polo Antártico, que es de norte a sur, la cual raya o línea e señal se haya de dar e dé derecha, como dicho es, a trescientas setenta leguas de las islas de Cabo Verde para la parte de poniente, por grados o por otra manera, como mejor y más presto se pueda dar, de manera que no será más. Y que todo lo que hasta aquí tenga hallado y descubierto y de aquí adelante se hallase y descubriere por el dicho señor rey de Portugal y por sus navíos, así islas como tierra firme, desde la dicha raya arriba, dada en la forma susodicha, yendo por la dicha parte de levante, dentro de la dicha raya a la parte de levante, o de norte o sur de ella, tanto que no sea atravesando la dicha raya, que esto sea y quede y pertenezca al dicho señor rey

de Portugal y a sus subcesores para siempre jamás. Y que todo lo otro, así islas como tierra firme, halladas y por hallar, descubiertas y por descubrir, que son o fueren halladas por los dichos señores rey y reina de Castilla y de Aragón, etc., y por sus navíos, desde la dicha raya, dada en la forma suso dicha, yendo por la dicha parte de poniente, después de pasada la dicha raya, para el poniente o al norte sur de ella, que todo sea y quede y pertenezca a los dichos señores rey y reina de Castilla y de León, etc., y a sus subcesores para siempre jamás...

¡Otra vez ese afán de apropiarse de lo ajeno! Y no por unos años o unos siglos, sino... ¡para siempre jamás!

A pesar de lo escrito y de lo pactado en bulas y tratados, para esa época había un escollo mayúsculo: calcular la longitud era de lo más inexacto... Esto, por varias razones: se desconocía la verdadera circunferencia de la tierra, no había consenso en cuanto a cuánto equivalía una legua y, principalmente, no había manera de medir el tiempo con exactitud (sólo hasta 1765 Harrison inventó un cronómetro que podía ser utilizado a bordo de una nave). Veamos algo de esto con algún detalle, para hacernos a una idea de cuán difícil era pretender calcular algo... Eratóstenes, más de 200 años antes de Cristo, había hecho un cálculo bastante preciso de los 40.000 kilómetros de circunferencia de la tierra; sin embargo, aún había por ahí gente pensando que ésta era plana. O lo que es peor, creyendo que era esférica pero de dimensiones muy diferentes a las que se calcularon en aquellos remotos tiempos. Dependiendo del tamaño asumido para el globo terráqueo, una determinada distancia podría abarcar más o menos tierras por descubrir o, lo que es lo mismo, más o menos riqueza y poderío.

En cuanto a la legua, se la definía como la distancia que podía recorrer un hombre en una hora (por lo tanto, es una medida itinerante). Pero es bastante diferente caminar por una playa soleada que trepar cumbres nevadas; por esto, la legua bien podría variar entre 4 y 7 kilómetros. Y podía variar también según el uso que se le daba: la legua francesa medía 4,44 km, la legua de posta medía 4 kilómetros y la legua marina relativamente moderna (s. XVII), 5,56 km (equivalentes a 1/20 parte de un grado).

Las distancias recorridas en una navegación (y la velocidad) se medían con la corredera o corredera de barquilla, cordel en un carretel con nudos equidistantes: se echaba al agua uno de los extremos (provisto de una tabla o barquilla cuyo plano quedaba perpendicular al avance de la nave) y al desenvolverse el carretel, se medía en cuánto tiempo se desplazaban cuántos nudos. El tiempo se medía con relojes de arena (ampolletas), pero nadie podía garantizar que el desenvolvimiento del carretel fuera uniforme y a velocidad constante...

Por estas dificultades e ignorancias, el Tratado deja que quienes han de medir se defiendan como puedan:
...para que la dicha línea o raya de la dicha partición se haya de dar y dé derecha e a lo más cierta que se pudiere por las dichas trescientas setenta leguas de las dichas islas de Cabo Verde a la parte de poniente, como dicho es, es asentado con los dichos procuradores de ambas las dichas partes, que dentro de diez meses primeros siguientes, contados desde el día de la fecha de esta capitulación, los dichos señores constituyentes hayan de enviar dos o cuatro carabelas, una o dos de cada parte, o más o menos, según se acordare por las dichas partes que sean necesarias, las cuales para el dicho tiempo sean juntas en la isla de Gran Canaria (...) Los cuales dichos navíos, todos juntamente continúen su camino a las dichas islas de Cabo Verde, y de ahí tomarán su rota derecha al poniente hasta las dichas trescientas setenta leguas, medidas como las dichas personas acordaren que se deben medir, sin perjuicio de las dichas partes, y allí donde se acabare, se haga el punto y señal que convenga por grados de sur o de norte, o por singladuras de leguas, o como mejor se pudiere concordar (...)”. Gracias al denuedo de navegantes y exploradores, se pudo decir dónde quedaba la famosa línea de demarcación: cerca del actual Río de Janeiro.

Sin embargo, y pese a todas estas dificultades, los mapas de la época muestran más de lo que deberían. La primera noticia gráfica de la línea podría ser la del mapa de Juan de la Cosa del año 1500. Pero con todo esto de las diferencias en longitud de la legua, hay quienes dicen que De la Cosa quiso “señalar la longitud en la que la declinación magnética se anula, es decir, donde el norte señalado por la brújula corresponde exactamente con el polo Norte geográfico señalado por la Estrella Polar”.

Y el planisferio de Cantino, fechado en 1502, muestra los descubrimientos portugueses hasta ese momento. Pero lo notable de este mapa, aparte de que fue llevado de contrabando a Italia con destino al Duque de Ferrara, es que representa con gran precisión zonas del mundo hasta entonces poco exploradas por los navegantes europeos: la costa de Brasil aparece bien trazada y hay otros varios datos interesantes, que han llevado a muchas conjeturas sobre el origen de la información contenida y sobre la información histórica de la exploración europea. Un ejemplo es que el mapa describe la península de Florida en 1502, cuando el descubrimiento de Florida es atribuido a Juan Ponce de León en 1513. Adicionalmente, el continente africano aparece casi como lo conocemos hoy en día, y su línea costera es delineada con un detalle sorprendente para la época (con errores de menos de 50 km), lo cual es una proeza considerando que en esa época —como ya vimos— no existía en Europa ni en el mundo árabe una forma precisa de medir la longitud, dato imprescindible para una cartografía adecuada.

El Tratado de Tordesillas estuvo sin efecto durante 60 años, pues entre 1580 y 1640 Castilla y Portugal tuvieron un mismo monarca. Los reyes otorgaron capitanías y concesiones en la cuenca amazónica más allá del meridiano prohibido a exploradores portugueses. Así, a partir de 1580, los comerciantes y colonos portugueses podían asentar establecimientos sin preocuparse, más allá del citado meridiano, penetrando profundamente en lo que ya sabían era un continente. De este modo, cuando en 1640 se produjo la independencia de Portugal, éste retuvo consigo las posesiones adquiridas hasta entonces mucho más al Oeste de la demarcación del Tratado.

¿Qué habría pasado si se hubiese escogido una medida diferente para la legua? ¿Si la oscurantista Europa no se hubiese olvidado de Eratóstenes? ¿Qué si el cronómetro se hubiese inventado antes? Tal vez por estos lares tendríamos menos procesiones de Semana Santa y muchos más Carnavales de Río...



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