La batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805) enfrentó a la Armada Real Inglesa contra las flotas combinadas
de la Marine Impériale y la Armada Española, durante la Guerra de la Tercera
Coalición de las Guerras Napoleónicas. La batalla fue la más decisiva victoria británica de la guerra:
veintiseis navíos de línea ingleses comandados por el Almirante Lord Nelson a bordo del
HMS Victory derrotó a los treinta y tres navíos de línea franco-españoles al
mando del Vicealmirante Pierre Villeneuve frente a la costa española, justo al oeste del Cabo de Trafalgar. La armada combinada
perdió 21 barcos, y ninguno los ingleses.
La victoria británica confirmó, de forma espectacular, la supremacía que Inglaterra había establecido
desde el
siglo anterior y fue lograda, en parte, por haberse apartado Nelson de la ortodoxia táctica naval que
prevalecía en la época cual era, presentar una sola línea de combate paralela al enemigo, lo que facilitaba
las señales (no había radiocomunicaciones, radares ni nada por el estilo; sólo banderas), tener
mayor campo de tiro y mayores áreas de blanco. La genialidad de Nelson consistió en dividir su flota, más
pequeña que la franco-española, en dos columnas y atacar perpendicularmente al enemigo, rompiendo su
formación y ocasionando una desbandada, con resultados decisivos.
Por desgracia, el Almirante fue mortalmente herido por un disparo de mosquete hecho desde la arboladura del
Redoutable. Desde el primer momento el cirujano del HMS Victory supo que no
había nada que hacer ante la gravedad de la herida: Horatio Nelson, duque de Bronte, vizconde Nelson y barón del
Nilo y de Burnham Thorpe, barón de Hilborough, caballero de la Orden del Baño y vicealmirante de la Marina Real
Británica... lentamente se desangró hasta morir. “Gracias a Dios he cumplido con mi
deber”, fueron sus últimas palabras. Para evitar que el cadáver se descompusiera en el tránsito
hacia Londres, se le desnudó y conservó en un barril lleno de brandy de jerez.
Enterrado con los máximos honores en la cripta de la catedral de San Pablo en Londres es, aún hoy en día,
el más grande héroe naval de la Gran Bretaña.
En la Francia de Luis XVI y por su origen aristocrático, en 1778 Pierre Charles Silvestre de Villeneuve logró
entrar a la marina francesa a la edad de 15 años. Al servicio del rey, alcanzó el grado de teniente de navío,
antes de la Revolución. Luego de ésta y tras quitarse el “de” de su apellido, el ciudadano Villeneuve
regresó a su carrera naval, pues Napoleón ofreció la posibilidad de volver a muchos que habían
servido a la monarquía para enrolarse y participar en las Guerras Revolucionarias Francesas.
En 1805, a bordo del Bucentaure, comandaba la flota franco-española de 33 navíos con la que
Napoleón pretendía doblegar a Inglaterra. La parte española de esta armada conjunta estaba a cargo
del teniente general Federico Gravina y Napoli, subordinado de Villeneuve, comandante del navío
Príncipe de Asturias.
La flota se refugiaba en Cádiz, pues el Almirante Nelson al mando de la Real Armada Británica, merodeaba en la
cercanías. A pesar del mandato de Napoleón de abandonar Cádiz con rumbo a Nápoles y así
terminar el hostigamiento que los ingleses hacían a sus anchas en buena parte del Mediterráneo, Villeneuve
desacató la orden y permaneció en puerto.
Conocedor de las intenciones de Napoleón de sustituirle y enviarle a París habida cuenta de su
insubordinación, antes de la llegada de su reemplazo se hizo a la mar el 18 de octubre de 1805 con la flota combinada...
para encontrarse con que Nelson estaba más cerca de lo que todos suponían. De inmediato dio la orden de virar en
redondo y retornar a la seguridad del refugio de Cádiz. Los españoles no estaban de acuerdo con esto. Desde el
San Juan Nepomuceno el Brigadier Cosme Damián de Churruca, anonadado al ver con su catalejo
las señales que hacían los franceses, manifestó: “el Almirante no sabe lo que hace,
la flota está perdida”. La maniobra fue lenta y desordenada, lo que ayudó en parte al triunfo de Nelson.
Huyeron 4 navíos españoles y 8 franceses. Los demás, fueron hundidos, quemados o capturados. Entre éstos, el
Bucentaure a punto de naufragar, buque insignia del Vicealmirante Villeneuve, con él a bordo.
Sometido, fue enviado a Inglaterra, pero pronto fue puesto en libertad bajo palabra. Volvió a Francia al año
siguiente de su derrota. A pesar del riesgo que podía suponer, emprendió el viaje hacia París para intentar
aclarar su situación ante Napoleón. Realizó un alto en Rennes, en la Bretaña francesa, desde donde
escribió una carta al Ministro de Marina Denis Decrès con su versión de los hechos, en la que intentaba
justificarse y pedía, además, oportunidad de explicarse de cuerpo presente ante el emperador.
En el Hotel de la Patrie, en esa ciudad, fue hallado muerto el 22 de abril de 1806 con seis puñaladas en el pecho.
Según la policía francesa... ¡se había suicidado! Habiéndole informado al ministro
Decrès de su paradero e intenciones, más bien creo que se trató de alguna intervención del
régimen para evitar el bochornoso espectáculo en la capital del imperio de un juicio y posterior ejecución
de un almirante, primero huido y luego derrotado.
Enterrado sin ceremonia alguna, el lugar de su tumba permanece desconocido.
José Prudencio Padilla López nació en Riohacha, en la Guajira colombiana, el 19 de marzo de 1784, de
humilde cuna, hijo de un constructor de canoas y otras embarcaciones menores. A los 14 años se enroló como mozo
de cámara en la Marina Española del Nuevo Reino de Granada. Como tal, combatió en Trafalgar a bordo de
cualquiera de los cinco navíos franco-españoles que los ingleses capturaron y no hundieron. Prisionero como
Villeneuve y tantos otros, fue llevado a las mazmorras de Londres; contó con menos suerte que el francés, pues
sólo fue puesto en libertad cuando se celebró la paz en 1808, año en el que volvió a España.
Allí, fue nombrado contramaestre del arsenal de Cartagena de Indias.
En 1811 participó en el pronunciamiento del pueblo de Getsemaní en respaldo de la Ciudad Heroica, que
proclamó su independencia absoluta de Cundinamarca y, por ende, de la metrópolis.
A bordo del cañonero republicano Concepción, derrotó y capturó a la fragata
española Neptuno, en la acción naval que se desarrolló en Tolú. El
botín fue un mariscal de campo y su familia, 18 oficiales, 274 suboficiales y soldados y más de 2.000 fusiles,
equipo, vestuario y correspondencia. Esto le mereció el ascenso a Alférez de Fragata hecho por el gobierno
granadino.
En 1815 sirvió bajo las órdenes directas de Simón Bolívar en la campaña de liberación
de Santa Marta y el mismo año, fue el primero en romper el sitio que había impuesto a Cartagena el
Pacificador Pablo Morillo, logrando llegar a Haití, donde se reunió nuevamente con
Bolívar y con el presidente de la primera nación independiente de América, Alexandre Pétion.
Entre 1816 y 1823, ascendiendo en cargos y honores desde capitán de fragata hasta comandante general del Tercer
Departamento de Marina y de la Escuadra de Operaciones contra el Zulia, se destacó en la victoria naval de Los Frailes,
en el desembarco de Carúpano, en importantes incursiones sobre la provincia de Cumaná, en la campaña de
Casanare en la que tuvo a su cargo el transporte de tropas y material de guerra, en la toma de Riohacha y luego en las batallas de
Laguna Salada, Pueblo Viejo, Tenerife, La Barra, Ciénaga de Santa Marta y San Juan, en la ocupación de la
bahía de Cartagena y, finalmente, en la brillante labor que culminó el 24 de julio de 1823 en la batalla naval del
Lago de Maracaibo, en la que fue despedazada y humillada la escuadra española, y que derivó en la capitulación
del mariscal de campo Francisco Tomás Morales el 3 de agosto siguiente.
Tres años después fue ascendido a general de división. Pero en 1828 se vio envuelto, junto con varios
oficiales, en el pronunciamiento de Cartagena para respaldar y sostener la Convención de Ocaña, asamblea
constituyente que pretendía reformar la Constitución de Cúcuta y que enfrentó a los seguidores de
Simón Bolívar y a los de Francisco de Paula Santander. Ante tal acto de indisciplina fue aprehendido en su casa y
enviado sin dilación, preso a Bogotá.
La noche del 25 de septiembre de 1828, mientras unos conjurados asaltaban el Palacio de San Carlos con el fin de dar muerte a
Bolívar, otros escalaban los muros de la cárcel donde se hallaba Padilla y, tras asesinar a sus carceleros, lo
liberaron con la intención de nombrarlo jefe supremo. No nos consta si el Almirante estaba o no de acuerdo con sus
libertadores, pero al poco tiempo fue juzgado bajo la Ley de Conspiradores, hallado culpable, condenado
a muerte y fusilado en la Plaza de la Constitución, hoy plaza de Bolívar, en la ciudad de Bogotá, el 2 de
octubre de 1828.
La Convención de la Nueva Granada, en noviembre de 1831, rehabilitó su memoria a nombre del pueblo colombiano. En
Venezuela fue creado el Municipio Almirante Padilla en su honor. En Colombia, se declaró como Patrimonio Cultural de la
Nación a la Catedral de Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha, donde reposan sus restos.
No le fue tan bien como a Nelson, pero sí mucho mejor que a Villeneuve, digo yo...